Los estudiantes desarrollan una mentalidad que les permite abordar problemas complejos de manera sistemática, lo que refuerza habilidades en disciplinas como matemáticas, ciencias y tecnología, así como en la vida diaria.

Los estudiantes reconocen que el pensamiento lógico y estructurado es una herramienta aplicable en diversas situaciones, no solo en tecnología, desarrollando así una comprensión más profunda y global de los contenidos académicos.

Los estudiantes no solo desarrollan una capacidad para resolver problemas técnicos, sino que aprenden a hacerlo de manera colaborativa, crítica y creativa, habilidades esenciales en el siglo XXI, donde el trabajo en equipo y la innovación son clave.